LOS FURANCHOS

Son los últimos representantes de una tradición gallega que se extingue, la de los vinicultores que venden los excedentes del vino que ellos mismos cosechan, acompañado de algún plato casero o algo para picar si el visitante lo desea. La costumbre cuenta probablemente con siglos de historia pero los particulares modos que ha adquirido la vida campesina en el presente ha producido una fragmentación de antiguos usos que difícilmente se recuperarán.

Normalmente son casas particulares acodicionadas, señalizadas en algún poste de carretera, con un letrero de madera pintado a mano y con un ramo de laurel, por eso en algunas zonas también los llaman 'loureiros'. Con un mobiliario sencillo, son locales de temporada a los que la ley sólo les permite abrir hasta que se les agota el vino propio.

Es cierto que sus económicos precios han provocado la picaresca y una minoría se mantiene abierto todo el año, sirviendo vino ajeno y ofreciendo carta de comidas, lo que ha provocado el malestar de los restaurantes. Todo esto no hace más que agravar la situación del colectivo de 'furancheiros'; nosotros intentamos localizar a los otros, a los que dentro de la legalidad, mantienen la esencia de aquella actividad primigenia.

Ayúdanos a encontrarlos.

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